Tranquilidad en el patio. Esta no es otra de esas alocadas teorías que defienden que deberíamos comernos a nuestros mayores en pro de una pirámide demográfica más equilibrada y un menor gasto de comida y recursos. Podría llegar a ser tal si menciono que las autoras de tal título son inglesas y, bueno, ya sabemos de qué pie culinario se acostumbra a cojear en las islas británicas, pero tampoco. Comámonos a la abuela, o si la corrección es lo tuyo, Let’s Eat Grandma, es de las representaciones actuales más claras de a dónde tiende el pop más alternativo.
Entre los círculos undergrounds del género, lejos de los grandes focos, las melodías un tanto repetitivas y las letras aun más superficiales, existe cada vez una mayor tendencia a la creación de música con aires de punk. Y es que la generación que creció con los reyes del pop punk de la época de los dos mil (*tose* la mía *tose*) ya ha desarrollado vello corporal y empieza a hacer sus primeros pinitos en el arduo mundo profesional del sonido.
Quizás incluso una etiqueta más acercada para Let’s Eat Grandma sea la de art pop, entendiendo este como el subgénero que acostumbra a desmarcarse de la rama más comercial del pop y agarrándose cual musgo primaveral a las raíces del pop art de la segunda mitad del siglo XX. Tal artística influencia se traduce en letras de carácter especialmente introspectivas o filosóficas, literarias o de referencias cinematográficas. Y es que de hecho, las jóvenes ya hicieron alusión en sus inicios que buscaban destrozar con uñas y dientes el carácter repetitivo del álbum de pop genérico.

Aquí mandan las divinas
Porque somos gasolina
Gasolina de verdad
La agrupación surge en 2013 de la mano de las jovencísimas y multi-instrumentistas Rosa Walton y Jenny Hollynworth, quienes a poco de empezar con el proyecto, comenzaron a tocar en los locales de su natal Norwich, a la vez que lo compaginaban con sus estudios de música en el instituto. Sin embargo no fue hasta a 2016 cuando se dieron a conocer de una forma más internacional con la publicación de su ábum I, Gemini y posterior salto a los escenarios de los grandes festivales con I’m All Ears en 2018.
El primero de sus proyectos se destaca esencialmente por un sonido lo-fi y de especial delicadeza en las voces. Te estoy viendo suspirar, joven prejuicioso. Que el sonido rosa y aparentemente dulzón predominante en los primeros segundos con Deep Six Textbook no te lleve a engaño. Ya en esta primera aproximación al mercado, las jóvenes decidieron probar suerte en el plano más experimental, añadiendo elementos extraños a su género, pero que encajan en perfecta sintonía con el resto de los sonidos. Ejemplo de ello es Chocolate Sludge Cake, tema que abre con unas flautas, o Chimpanzees in Canopies, en el que suena una mandolina a modo de acompañamiento.
Las letras van enfocas, en un primer ámbito, contra el sistema educativo. Tal y como ocurre por desgracia en la mayor parte del mundo, el sistema educativo prusiano hace eón y medio que quedó desfasado y, desde la perspectivas de estas artistas, se ha configurado como una estrategia que poco o nada cultiva la creatividad, ahogándola en un mar de datos a memorizar. Otro tema lírico destacable es la incentivación a la expresión de los sentimientos. En palabras de Rosa y Jenny: “Cuando hablamos de las emociones es muy complicado expresar exactamente lo que estás sintiendo. Es conflictivo y confuso, por lo que a veces acaba siendo aterrador. Así es como el álbum acaba siendo especialmente oscuro”. Tan en contra de la luz que canciones como Rapunzel o Sleep Song hacen que se te encoja el alma. Y luego está Eat Shiitake Mushrooms en el que parece que se les va la olla en cuanto a contenido lírico cuando realmente se trata de una clara declaración de guerra contra los estereotipos que se acostumbra a pegar con super-glue a las jóvenes que empiezan en el indie pop.
Su segundo álbum, I’m All Ears, es una clara evolución y digno sucesor de I, Gemini. Rosa y Jenny han crecido con su debida evolución, por lo que mismo le ha correspondido a su música. En 2018 abandonan el estilo cuento de hadas oscurote para adentrarse en un pop casi de corte futurista, en el que sustituyen los instrumentos más manuales por mayormente software. ¿Qué por qué semejante cambio en apenas cosa de dos años? Desde luego, ya no eran aquellas tímidas muchachas que hacían música en sus casas de la pequeña localidad inglesa, sino adolescentes ya crecidas que ya habían tenido sus más y sus menos con el mercado musical. De hecho, no pocos críticos las desecharon como un grupo pop más del montón o incluso acusándolas de plagio.
Así pues, los sonidos predominantes, además de las voces claramente más maduras, son propios del dance pop y sus atrayentes melodías. Sorprendentemente a lo que se pudiese esperar, el álbum empieza con la instrumental Whitewater, con un sonido que haría la envidia grotesca de cualquier película de horror cósmico que se precie. A modo de desmarque respecto a la media del trabajo también podemos destacar Cool and Collected, que se alza en una nube de pop rock o Donnie Darko, una pieza de once minutazos de duración, con amplios brochazos de synth pop.
Líricamente hablando también se da un cambio drástico respecto al álbum previo. Las Let’s Eat Grandma de ahora hablan sobre perder el contacto con las amistades de toda la vida cuando unos y otros empiezan a hacer su vida más allá de la ciudad que les vio crecer, como nos muestran en It´s Not Just Me. Hablan de celos y consumismo en Snakes & Ladders, las expectativas en una cita en Hot Pink y en definitiva de lo que realmente significa ser un adolescente de la forma más realista posible. Por su parte, Donnie Darko es un claro tributo a la película del 2001, más sin embargo también aprovechan para hablar de la, cada vez menos estigmatizada, salud mental.
Dejando a un lado el análisis en profundidad de la discografía, porque tampoco quiero destripárosla toda cual Jack el destripador, este blog se apoya fervientemente a los grupos de sonidos avant-garde o bizarros, más sin embargo también somos catadores titulados de los buenos directos. ¿Están los conciertos de estas muchachas a la altura de la excentricidad de su música?
La única y rotunda respuesta posible es por supuestísimo. Aunque no cuenten con los grandes medios de los artistas más afamados, lo cierto es que sus directos se hacen la mar de disfrutables. Destacan por una puesta en escena bastante simple, con ambas artistas a los mandos de teclados electrónicos, a los cuales enganchan los micros, y un batería. Además a lo largo de la función, una u otra usan diversos instrumentos acorde a la canción del momento. Por otro lado, aunque no puedan esparcirse especialmente por el escenario, lo cierto es que de cuando en cuando se pueden deshacer de su amarre al instrumento y perder la cordura durante unos instantes. Súmale a ello, que viven especialmente la interpretación, reflejándolo así en sus expresiones y bailes.
Actualmente se encuentran aun en gira promocional de su segundo disco, más sin embargo no somos pocos los fans que ya ansiamos babeantes desde nuestras cuentas de Bandcamp que nos den un nuevo disco. Es escasa la información al respecto, pero en alguna entrevista sí que han dado a entender que están trabajando en nuevo y fabuloso material.
Las caníbales come señoras mayores son, sin lugar a dudas, una de las nuevas propuestas más jugosas e interesantes de los últimos años dentro del panorama pop y a las que no deberíamos de dejar de darles la oportunidad de envolvernos en sus variados sonidos y quizás convencernos de que el conejo de Donnie Darko era un buen tío.